Becaria en administraciones públicas
BÁRBARA GONZÁLEZ FERNÁNDEZ - Madrid - 21/04/2009
Soy becaria de formación en la Administración General del Estado y ocupo de soslayo un puesto de trabajo que oficialmente no se reconoce como tal.
Esto supone, entre otras cosas, que, aunque me siente en un despacho sembrado de funcionarios, comparta horario y comedor con ellos y me dedique a preparar intervenciones e informes para cargos públicos, no tengo derecho a cotizar en la Seguridad Social (aunque parezca mentira, tampoco lo tenía siendo becaria dependiente del Ministerio de Trabajo, y la Administración compensaba el desliz pagando un seguro privado).
Con todo, entenderá que me irrite ver cómo, en las últimas horas, el personal (ellos sí forman parte de la plantilla) del Banco de España y del Gobierno se enzarzan públicamente por la ampliación legal de la edad de jubilación, cuando mientras tanto miles de jóvenes treintañeros hipertitulados aspiramos a entrar en el circuito de las cotizaciones y dejar por fin nuestro particular limbo legal.
¿Por qué, con la neurosis de la crisis y la sombra de la extinción del sistema de pensiones irrumpiendo en la escena pública cada dos por tres, a nadie le ha dado aún por proponer la regularización de miles de becarios-precarios en activo, que debían llevar cotizados ya unos cuantos años de actividad productiva sumergida? Todo un despropósito.
Soy becaria de formación en la Administración General del Estado y ocupo de soslayo un puesto de trabajo que oficialmente no se reconoce como tal.
Esto supone, entre otras cosas, que, aunque me siente en un despacho sembrado de funcionarios, comparta horario y comedor con ellos y me dedique a preparar intervenciones e informes para cargos públicos, no tengo derecho a cotizar en la Seguridad Social (aunque parezca mentira, tampoco lo tenía siendo becaria dependiente del Ministerio de Trabajo, y la Administración compensaba el desliz pagando un seguro privado).
Con todo, entenderá que me irrite ver cómo, en las últimas horas, el personal (ellos sí forman parte de la plantilla) del Banco de España y del Gobierno se enzarzan públicamente por la ampliación legal de la edad de jubilación, cuando mientras tanto miles de jóvenes treintañeros hipertitulados aspiramos a entrar en el circuito de las cotizaciones y dejar por fin nuestro particular limbo legal.
¿Por qué, con la neurosis de la crisis y la sombra de la extinción del sistema de pensiones irrumpiendo en la escena pública cada dos por tres, a nadie le ha dado aún por proponer la regularización de miles de becarios-precarios en activo, que debían llevar cotizados ya unos cuantos años de actividad productiva sumergida? Todo un despropósito.
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